Por KATHIA GARCÍA | 9/3/2022
En 2010, los estudiantes Jorge y Javier fueron asesinados en las inmediaciones del Tec de Monterrey por elementos del Ejército que enfrentaban a supuestos criminales. Este lamentable hecho significó un replanteamiento para que la institución pudiera recuperar no sólo un campus universitario sino toda una comunidad. Así surgió Distrito Tec, un proyecto de transformación de 24 colonias con resultados positivos para sus habitantes.
“No fue un hecho aislado; había un entorno de mucha inseguridad en Monterrey. La reacción de la institución fue hacer algo para cambiar esa situación. No estaba claro qué, así que empezó un proceso de reflexión, introspección y análisis de alternativas”, comenta José Antonio Torre Medina, director de Urbanismo Ciudadano del Tec de Monterrey.
Una opción era mover el campus a un lugar donde la universidad pudiera garantizar la seguridad de su comunidad. Sin embargo, decidieron quedarse donde estaban y trabajar con vecinos y autoridades para transformar el entorno. El objetivo era crear una comunidad pacífica, atractiva, en la que todos pudieran prosperar.
“El día de hoy tenemos un distrito renovado, que ha generado una transformación muy profunda de las expectativas de la comunidad hacia esta zona que hoy llamamos Distrito Tec”, asegura.
Las ciudades deben permitir el desarrollo de sus habitantes
De acuerdo con José Antonio Torre, Distrito Tec partió de la reflexión sobre el rol de la ciudad como un espacio compartido que permite el desarrollo de sus habitantes. Al mismo tiempo, evaluaron si en México se están construyendo las ciudades que la población necesita.
“La respuesta desafortunadamente es que no. Nuestras ciudades en general, pero el caso de Monterrey en particular, han estado creciendo su mancha urbana de manera muy acelerada, generando vacíos urbanos en el centro”, observa.
Y cuando la zona central de una ciudad se vacía, dice, los municipios periféricos empiezan a ganar población porque la vivienda asequible para las nuevas generaciones se construye en las afueras.
“Es una dinámica expansiva, aparentemente incontrolable. Llevamos varios años hablando de la urgencia de detener esto, pero no lo estamos logrando. No hemos podido cambiar, a la velocidad que se requiere, las regulaciones para construir vivienda asequible en lugares que se están quedando abandonados”, explica Torre.
De esta forma, ya que las escuelas, hospitales, parques, plazas y transporte se ubican en esos centros desocupados, surge el reto de llevar infraestructura a donde se está yendo la gente.
“Aspiramos a cambiar esa realidad. Queremos generar un territorio dentro de la ciudad, de 452 hectáreas, que permita vivir en cercanía. Es decir, reducir la necesidad de desplazamiento para encontrar educación, trabajo, esparcimiento, salud, comercio…”, señala.
Una solución de fondo resuelve causas no efectos
En 2013, cuando arrancó Distrito Tec, se dieron cuenta de que de 1990 a 2000 la zona había perdido 3% de población, y de 2000 a 2010 26%. Una situación que derivó en un 36% de vivienda deshabitada.
“Eso ocasionó que la inseguridad creciera, independientemente de que existía un campus universitario con muchos alumnos, profesores, colaboradores. El campus por sí mismo no era suficiente para generar un entorno atractivo, dinámico y vibrante”, expresa José Antonio Torre.
Como parte del análisis, relata, visitaron Medellín, que de ser la ciudad más insegura del mundo se convirtió en una urbe innovadora. Ahí aprendieron que antes de hacer arquitectura física es necesario realizar arquitectura social. Es decir, crear procesos de encuentro y fortalecimiento de confianza que permitan dialogar sobre lo que debe cambiarse previamente a llevar a cabo cualquier intervención.
Así, cuando en 2014 se hizo pública la iniciativa de Distrito Tec, inició una dinámica colaborativa con vecinos y autoridades. Sin embargo, fue una etapa de presión para el proyecto porque no ocurrían cambios físicos.
“No queríamos cometer el error de enfocarnos en solucionar efectos y no causas. Pero no era tan obvio lo que teníamos que hacer. Entonces fueron dos años de análisis y de crear un mecanismo de participación ciudadana permanente”, indica Torre.
“Este concepto de arquitectura social, antes que arquitectura física, lo hemos aplicado con cuidado y atención. Ha dado grandes resultados. Nos sentimos muy cómodos porque tenemos muchos ejemplos de cómo esto nos permite aprender, ajustar, revisar. Entonces, cuando viene la arquitectura física la probabilidad de éxito es mucho más alta”, subraya.
Contar con espacios públicos de calidad es un reclamo ciudadano
Cuando en una ciudad existen tantas cosas que mejorar, el desafío es saber por dónde comenzar. Con años complicados en inseguridad en Monterrey, la reacción natural era incrementar el número de policías, opina José Antonio Torre. Sin embargo, la ciudad es un sistema complejo y no necesariamente la interacción de sus partes da resultados predecibles.
“Incrementar los niveles de seguridad aislando a las personas a mediano plazo provoca más inseguridad. La solución de fondo es generar conexiones entre las personas y que los espacios se llenen de vida: gente caminando en la calle, ocupando los parques”, agrega.
El diálogo con autoridades y vecinos les permitió descubrir que la calidad del espacio público era, por mucho, el mayor reclamo ciudadano. Así, la comunidad, arquitectos, alumnos y profesores del Tec detonaron espacios públicos que los vecinos sienten como propios porque colaboraron en ellos con recursos y trabajo.
“Los parques públicos que se renovaron están igual o mejor que cuando se inauguraron. La participación y apropiación ciudadana hace que permanezcan cuidados y tengan un enorme valor para la comunidad”, advierte Torre.
De esta forma, la transformación de calles, banquetas y corredores mostró un cambio no solamente físico sino de estructuras sociales. Evidenció que trabajar juntos y dedicar tiempo a ponerse de acuerdo hace que las cosas sí cambien.
“Si hubiéramos detonado todo este proceso vecinal y los espacios no cambian, el proceso se revierte porque la pérdida de confianza se multiplica. Pero si logramos que vean calles completas donde los cables son soterrados, la iluminación nocturna está presente, con espacios arbolados para caminar e infraestructura pública para sentarte o tener un espacio de encuentro, detonamos una fuerza de transformación muy grande”, sostiene.
Además de líder de la iniciativa, el Tecnológico asumió el rol de vecino. Reconoció que su campus necesitaba evolucionar y ser un espacio compartido. Por esa razón, su nuevo estadio está construido de manera que desde la calle se puede ver lo que ocurre en él. Y el parque central de casi tres hectáreas inaugurado recientemente está abierto al público en general.
“El campus tenía que ser un espacio permeable. Antes había bardas, adentro estaba el Tec. Ahora cada vez es más un espacio donde nos vemos los vecinos y los miembros del Tecnológico. La universidad es un vecino positivo que genera valor para su comunidad”, afirma Torre.
En Distrito Tec los resultados superan las expectativas
El censo de 2020 le reveló a Distrito Tec resultados que superaron las expectativas. La zona ganó 56% de población con respecto a 2010. La vivienda nueva en la zona aumentó 27%; es decir, se construyeron 2 mil 364 unidades nuevas. Y el número de unidades deshabitadas pasó de 3 mil 150 a 965.
“Este doble efecto de nueva vivienda y de ocupación de la vivienda deshabitada generó las condiciones para el crecimiento de habitantes. Eso comprobó que el esfuerzo estaba dando resultados, y que la capacidad y la velocidad con la que se puede recuperar el territorio es más alta de lo que esperábamos”, revela José Antonio Torre.
En calles antes vacías, hoy se ve gente corriendo, paseando con los niños. Pero también hay nuevos negocios. De hecho, el mismo censo reveló que estos crecieron 40%.
“No hay ciudad si no hay oportunidades de desarrollo económico y de empleo para las personas que la habitan. La estrategia de desarrollo económico es fundamental para construir el futuro de las ciudades”, especifica Torre.
Por ello, además de consolidar el proceso de regeneración y recuperación de la zona, la nueva fase de Distrito Tec apunta a la innovación y el emprendimiento. El objetivo es aprovechar que la universidad, los alumnos, profesores e investigadores son una fuente inagotable de ideas.
“Queremos ser un entorno en donde los emprendedores quieran estar porque aquí está el talento, empresas con las que pueden interactuar, alumnos con los que pueden trabajar, investigadores y profesores con los que pueden colaborar, y tener una dinámica de transformación positiva basada en una nueva economía”, comenta.
Distrito Tec es uno de los cinco finalistas del WRI Ross Center Prize for Cities 2020-2021, principal galardón a nivel global para transformaciones urbanas, para el que se postularon 260 participantes de 160 ciudades y 54 países. Ya no es una iniciativa a 15 años, sino un proyecto que seguirá evolucionando para ser cuna de emprendimientos de base tecnológica.
“Las ciudades se van modificando y generando nuevos retos y oportunidades. Tendremos que ser muy observantes de eso para poder aprovechar oportunidades y poder atender los retos de manera efectiva”, afirma José Antonio Torre.
Con la experiencia de su lado, Distrito Tec sabe que las ciudades se pueden transformar. Diseñarlas para el adecuado desarrollo de sus habitantes parte de un exhaustivo diagnóstico que se comparta con vecinos y autoridades para un trabajo conjunto. Porque es la arquitectura social la que hace más visibles los cambios físicos, y la que genera una realidad disfrutable que permite acelerar más transformaciones.