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El desarrollo de las ciudades en México

Pablo Ampudia

Evitar la expansión horizontal de las ciudades ha sido muy difícil pese a que los urbanistas han dado su opinión al respecto. ¿A qué se debe? ¿Es posible hacer vivienda asequible en las zonas céntricas de las ciudades en México?

Ser propietario de una vivienda en Ciudad de México parece algo utópico. ¿Cuántos años tendríamos que trabajar y qué salario necesitaríamos tener para hacernos de un pedazo de tierra en la capital del país? La cosa no cambia tanto cuando buscamos opciones en el resto de las principales ciudades del país, como Guadalajara, Monterrey y Puebla. Si bien podemos encontrar precios más accesibles, la vivienda en las ciudades mexicanas está lejos de ser asequible.

La palabra “asequible”, según Oxford University Press, significa que puede alcanzarse o conseguirse, o bien, que puede comprarse o pagarse. Ahora, cuando la utilizamos para referirnos a la vivienda, la ONU señala que el costo de la vivienda debe ser tal que todas las personas puedan acceder a ella, sin poner en peligro el disfrute de otros satisfactores básicos o el ejercicio de sus derechos humanos. Se considera que una vivienda es asequible, si un hogar destina menos del 30% de su ingreso en gastos asociados a la vivienda.

Crecer hacia donde se pueda

Los altos precios de la vivienda en ciudades como la capital mexicana es uno de los factores que ha obligado a la población a buscar opciones alejadas de sus centros de estudio o trabajo, donde sí es posible acceder a inmuebles, a un menor precio. En ese sentido, en el informe “Vivienda y Objetivos de Desarrollo Sostenible” (2018) de ONU Hábitat se menciona que de acuerdo con datos de la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF), en 2016, a nivel nacional, el precio promedio de la vivienda nueva fue de 715,392 pesos mexicanos, mientras que el ingreso medio de los hogares para ese mismo año fue de poco más de 186,000 pesos anuales; por lo que una familia tendría que haber destinado casi cuatro veces su ingreso anual total para adquirir de contado una vivienda media (desarrollos horizontales o verticales destinados a la población con ingresos de cinco y hasta 15 veces el valor de la Unidad de Medida y Actualización mensual).

Las familias más pobres, pertenecientes al primer decil —con ingresos inferiores a 2,720 pesos mensuales (INEGI, 2016)—, tendrían que destinar todo su ingreso durante 22 años para lograr adquirir esta vivienda. Bajo condiciones de mercado, en el mismo año, sólo el 15.2% de los hogares mexicanos podría haber adquirido una vivienda sin destinar más del 30% de sus ingresos para el pago del crédito hipotecario; es decir, sin comprometer el goce de otros derechos por el pago excesivo del alojamiento. Esto ha ocasionado que la mancha urbana crezca de manera horizontal, debido a que la población continúa alejándose del centro porque es donde se han construido viviendas más baratas a las que pueden acceder (sacrificando la calidad de vida en el camino y elevando costos, por ejemplo en traslados) y desdibujando cada vez los límites de las ciudades, como la delgada línea entre Ciudad de México y Estado de México.

El reconocido arquitecto Juan Kaye, presidente de la Asociación Mexicana de Urbanistas, comentó en entrevista con Enrique de la Madrid para Entorno y Futuro: “En México, la metropolización no es producto de una planificación urbana ni de un planteamiento previsto como política pública. Es el resultado de un crecimiento desordenado, en forma de manchas, que se come todas las áreas de protección, todas las áreas verdes que rodean nuestras ciudades, los cerros, etc.”.

Las leyes no ayudan

La política federal de vivienda en México se ha dedicado mayormente a financiar vivienda nueva, de baja densidad, a trabajadores formales de grupos socioeconómicos medios. Esto ha provocado el descuido de los grupos más bajos y de los trabajadores informales, al verse imposibilitados para acceder a un financiamiento o crédito hipotecario que les permita adquirir una vivienda.

Para los desarrolladores, el panorama tampoco es sencillo. Víctor Rosales, fundador de Smart Vylon —empresa de desarrollo de vivienda especializada en proyectos residenciales amigables con el medio ambiente, que promuevan el arte y la inclusión social—, comenta: “La realidad es que las leyes están buscando cómo resolver parte de lo que se necesita hoy en una ciudad con tanto crecimiento, como Ciudad de México. Todo el tema del plan de desarrollo urbano está desactualizado y los trámites son demasiado complicados y tediosos para realizar y proponer proyectos nuevos. Por ejemplo, los trámites para un proyecto nuevo, a partir de que se adquiere o se tiene la tierra; la parte de la reserva territorial, hasta obtener una licencia, tarda de dos a tres años. De cierto modo, esa falta de velocidad desalienta las inversiones nuevas que pueden mejorar el entorno y atraer trabajo para la ciudad. Aun así, existe una gran oferta de vivienda; lo cierto es que no es suficiente para satisfacer la demanda. Además, con la pandemia tenemos que sumar, por lo menos, otro año de espera en los trámites”.

Construir sobre lo que ya está

Ante este panorama, y tomando como modelo los proyectos en lugares como Tokio o Singapur, una de las opciones para obtener una vivienda asequible en México son los desarrollos o viviendas verticales. La vivienda vertical consiste en un espacio habitacional diseñado especialmente para responder a las necesidades de las ciudades actuales, particularmente para cubrir las que surgen de su sobrepoblación. Su objetivo es promover una forma de vivienda sostenible, que optimice los recursos y que permita el avance de la mancha urbana de una manera organizada.

Al respecto, Kaye comentó: “hoy la zona metropolitana cuenta con 23 millones de habitantes, las viviendas tienen en promedio 1.5 niveles. Yo insisto en que podemos agregar otros 15 millones de habitantes sin crecer un metro en extensión, agregando un piso de altura. De esa forma, me atrevo a decir que no necesitaremos espacio para otros 15 millones en los próximos 30 años”.

Si para cubrir nuestra necesidad de crecimiento pensamos que las viviendas nuevas son nuestra única opción, ni el costo ni el suelo serán suficientes, pero si usamos las que ya están, las que ya tienen un nivel, el costo es sensiblemente más bajo. “Primero, impulsemos la certidumbre en la tenencia de la tierra. Después, revisemos la habitabilidad del parque de vivienda urbano que hoy existe y que cuenta con servicios, que tiene usos mixtos, agua, drenaje, banquetas, pavimento. Eso ya no lo tenemos que volver a hacer. Aprovechémoslo. Recuperemos lo que sabemos hacer y hemos hecho bien. Hay que hacer vivienda barata en el centro, que requiere subsidio en el suelo, pero a cambio se ahorrará en la infraestructura vial, la hidráulica, la sanitaria y la eléctrica que ya están. Una cosa compensa la otra. La tierra es muy cara, pero vas a ahorrar en infraestructura, porque eso ya existe. Si se requiere subsidio, se puede otorgar, pero en lugares asequibles; y no sólo que lo puedas pagar, sino que te dé los elementos para que el desarrollo social sea sostenido y sostenible”, finalizó Juan Kaye.

No dejes de ver la entrevista completa entrando aquí.

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Pablo Ampudia

Pablo Ampudia comenzó su carrera en el mundo editorial hace casi 20 años. Su parte favorita del desarrollo de contenidos es la investigación. Sus conocimientos en comunicación, marketing y gestión de equipos de trabajo son sus principales aliados para lograr sus objetivos.

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