La famosa startup de alojamiento en viviendas de particulares nació en 2008, de la mano de Brian Chesky y Joe Gebbia, con la promesa de transformar la industria del turismo a través de la confianza en el otro. Esto, en un contexto que abogaba cada vez más por la conectividad mundial, resultó en un éxito rotundo: hoy en día cuenta con 4 millones de huéspedes y más de 850 millones de clientes. Tiempo después de su apertura, a la idea de ser anfitrión en diversas partes del mundo se sumó la de ofrecer experiencias alrededor de las metrópolis, como cocinar comida típica, tours por centros nocturnos, andar en bicicleta en comunidad, idas a museos con un guía local; esto para personalizar cada viaje aún en mayor medida.
Sin embargo, como sucedió con muchas compañías, la cuarentena y el encierro obligatorio pusieron en la cuerda floja al turismo: los viajes quedaron cancelados, detenidos por completo, una vez que las personas tuvieron que resguardarse en sus hogares. Con ello, Airbnb despidió alrededor del 25% de su personal —lo que representa cerca de 1,900 personas—; también decidió eliminar todo gasto de marketing, lo que se tradujo en tener publicidad igual a cero. A finales de 2020, registró pérdidas cercanas a 697 millones de dólares, así como una reducción de sus ingresos: sólo facturó 2,520 millones de dólares, un 32% menos que en 2019.
En una entrevista a uno de sus fundadores, Chesky afirmó que “el turismo volverá, pero tomará más tiempo del que pensamos, y será diferente”. Ahora, frente a las “nuevas” formas de viajar y las consecuencias que ha tenido el COVID-19 —que se resienten en la industria del turismo— toca preguntar, ¿cómo nos recuperamos?
Según un reporte realizado por McKinsey & Company, la industria hotelera no podrá recuperarse hasta el año 2023, lo cual transformará radicalmente el turismo de larga distancia. Sin embargo, Airbnb, incluso con una estructura que flaquea, puede haber encontrado la clave para no renunciar aún a seguir cambiando los viajes alrededor del mundo. El futuro es incierto. Pero es en esa incertidumbre en la que se encuentra esperanza, y es que, de acuerdo con un estudio hecho por la startup, las tendencias de viaje que se vislumbran para 2021 dejan ver cómo es que Airbnb puede redefinir las vacaciones, los viajes y hasta el alojamiento. Algunos puntos clave son:
1. El trabajo remoto seguirá siendo una realidad.
2. Un 60% de los padres de familia piensa que el teletrabajo y las clases en línea hacen posibles más viajes.
3. Con la posibilidad de trabajar y estudiar en línea, los millennials se pueden mover fácilmente de un lugar a otro, aumentando la posibilidad de rentar un alojamiento Airbnb.
4. Cada vez más gente, aun con el contexto de pandemia envolviendo las sociedades, se aventurará a “probar” un destino primero a través de un Airbnb.
5. La gente que puede trabajar o estudiar desde casa logrará reservar estadías más largas (alrededor de dos semanas o más), sobre todo en alojamientos con paisajes naturales.
6. Al menos un 62% de las personas preferirá viajar a un destino a una distancia en coche, lo que aumenta los viajes “domésticos”.
Quizá falten un par de años para volver por completo a la normalidad, sin embargo, es probable que los contextos complejos nos obliguen a replantearnos todo lo aprendido; de ahí que Airbnb, aunque haya enfrentado la casi bancarrota, lograra imaginar nuevas formas de viajar y plantearse frente al futuro.