La creación de empleos ha sido uno de los ejes rectores de los gobiernos. La discusión sobre la promoción de nuevas plazas mejor pagadas siempre es punto de reunión en los debates más álgidos no sólo en la política nacional, sino también en la sobremesa social, en redes y en la charla más casual. Mesas redondas, cátedras, estudios y análisis forman parte de los vértices que acompañan esta temática.
El empleo y sus números
En sus Indicadores de Ocupación y Empleo. Cifras oportunas durante abril de 2021, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reveló que la población ocupada en abril en México fue de 54 millones 884,615 personas: 12 millones por encima de abril 2020, mes en que comenzaron las restricciones por la pandemia. No obstante, aún faltan por recuperar 911 mil empleos para lograr los 55 millones 755,648 empleos que había en marzo de 2020, mes previo al confinamiento y a la vorágine de pérdida de empleos en nuestro país.
Asimismo, el INEGI apuntó que la pérdida de empleos desde abril de 2020 a este momento ha sido de 12 millones. La recuperación ha sido lenta y gradual, sin embargo, conforme avanza la inmunización, se recupera terreno laboral. En estimaciones del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en su análisis Los efectos de Covid-19 en el mercado laboral mexicano, se considera que: “Falta recuperar 2.3 millones de empleos perdidos durante la pandemia para regresar a los niveles de ocupación registrados a inicios del año. Durante abril se perdieron poco más de 12 millones de empleos, es decir, el 22% de los puestos de trabajo registrados en el primer trimestre del 2020. Al mes de octubre se han recuperado 9.7 millones empleos, de modo que aún existe una brecha de 2.3 millones de empleos para la recuperación total de puestos de trabajo”.
El salario mínimo, aumento y limitaciones
A lo largo de una década, el salario mínimo ha tenido un incremento proporcional, cuyo aumento más considerable ha sido el del periodo de 2019 a 2020: pasó de $102.68 diarios a $123.22, un incremento de $20.54 (20%). Para 2021, el salario mínimo alcanzó los $141.70, es decir, una elevación menor a la del año anterior, al ser de $18.48 (15%).
Sin incluir la Zona Libre de la Frontera Norte (que incorpora algunos municipios de los estados de Baja California Norte, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas), donde el salario mínimo se unificó este año en $213.39, es notable observar, con base en la actualidad que da la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami), las variedades de pago diario existentes entre diversas actividades laborales. Por ejemplo, un oficial de albañilería gana $163.46 diarios; un cantinero, $150.01; una trabajadora del hogar, $154.92. Destaca el salario que reciben los reporteros y reporteros gráficos en prensa diaria impresa, el cual asciende a $317.29, que es el más alto.
Dichas cifras son relevantes al estar íntimamente ligadas con el poder adquisitivo de las personas. En números, vale la pena atender los datos del Coneval con respecto a la Línea de Pobreza Extrema por Ingresos (canasta alimentaria) en la zona urbana pasó de $1,677.69 (abril de 2020) a $1,759.59 (abril de 2021), es decir, incrementó 4.9%; por otro lado, el valor de la Línea de Pobreza Extrema por Ingresos (canasta alimentaria) en la zona rural pasó de $1,279.37 (abril de 2020) a $1,344.23 (abril de 2021), o sea, incrementó 5.1 por ciento.
Tanto las cifras del salario mínimo como el precio de la canasta básica cobran sentido al ejemplificar para qué nos alcanza, en promedio, con los $141.70 del salario mínimo contra el costo de la canasta alimentaria. Entre algunos de los artículos de primera necesidad que componen la canasta básica, la Profeco reconoce los siguientes:
Producto
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Precio por kilo o litro (*aproximado)
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Cuánto se podría adquirir (*aproximado)
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Huevo
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$34.42
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4.1 kilos
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Tortilla
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$16.00
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8.9 kilos
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Leche
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$20.60
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6 litros
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Carne de res
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$168.45
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800 gramos
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Pollo
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$80.00
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1.5 kilos
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Azúcar
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$18.00
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7 kilos
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Frijol
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$36.30
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4 kilos
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Papel higiénico
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$16.00 (paquete de 4 rollos)
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8 paquetes
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Cuadro elaborado por el autor con datos del promedio de precios registrado por la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) para la Ciudad de México.
En este tenor, un estudio sobre el poder adquisitivo, realizado por el Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM a finales de 2018, revela que los salarios en México no permiten adquirir los productos necesarios para vivir dignamente: “Los incrementos al salario mínimo general diario, tanto los de los gobiernos priístas, como panistas, como los de Morena, no pueden ser “salario digno” como se ufanan, porque en realidad son migajas […] un incremento de 16% al salario mínimo general diario y la inflación promedio de 4.9 % de 2018, las clases trabajadoras tendrían que esperar hasta el año 2040 para recuperar el poder adquisitivo del salario de los años ochenta. Y esto sería solamente en alimentos, es decir, faltaría incluir vivienda, transporte, educación, salud, vestido y calzado, cultura y esparcimiento como dice la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”.
Entre la informalidad y propuestas para generar empleo
Acaso el tema de mayor relevancia a resolver es el de la informalidad. En cifras dadas a conocer en el Diagnóstico de los cambios en el mercado laboral en tiempos de COVID-19, el IMCO revela que los trabajadores informales —aquellos laboralmente vulnerables por la naturaleza de la unidad económica para la que trabajan, así como aquellos cuyo vínculo laboral no es reconocido por su fuente de trabajo— fueron los más afectados por el desempleo. La tasa de informalidad cayó 8 puntos porcentuales en abril de 2020. Sin embargo, este tipo de empleo recuperó progresivamente su nivel de ocupación y en marzo de 2021 casi 6 de cada 10 personas ocupadas son informales.
Además, este mismo estudio reveló que el sueldo promedio al primer trimestre de 2021 para los trabajadores formales fue de $9,350 mientras que para los informales fue de $5,856, una diferencia de $3,494 (67%). El Instituto destacó que los empleos formales incluyen mejores condiciones y ganancias ante la informalidad, que ha perdido ingresos:
- El ingreso mensual promedio durante el último año fue ligeramente superior para el caso de los trabajadores formales. En el primer trimestre de 2021, su ingreso fue 2% superior al del primer trimestre de 2020 (T12020: $9,151/T12021: $9,350), mientras que para los informales el incremento fue de menos de un punto porcentual (T12020: $5,833/T12021:$5,856).
- Los trabajadores informales han sido los más afectados por el desempleo. Sin embargo, también es el grupo en el que más rápido se han recuperado los puestos de trabajo. De los 12 millones de empleos perdidos durante abril, 10.3 millones corresponden a trabajadores sin acceso a seguridad social. Es decir, casi 9 de cada 10 personas que salieron del mercado laboral eran informales. Hasta octubre de 2020, se han recuperado 9 millones de empleos en la informalidad.
A decir de Paulo Cantillo, maestro en Políticas Públicas por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), el principal problema del país es la informalidad. “Yo creo que cualquier reforma o idea que se quiera plantear en el mercado laboral tiene que partir de un objetivo base. Considero que si se tuviera que poner un objetivo general en el mercado laboral debería ser reducir a cero la informalidad. En el ingreso también hay mucha diferencia, pues, en promedio, la formalidad tiende a pagar más que la informalidad. Es muy significativo que un tema que se ha discutido, pero no se han logrado grandes avances del todo es el de la informalidad”, destaca.
Uno de los más ambiciosos proyectos a nivel mundial es la llamada protección social universal, que tanto la Organización Mundial del Trabajo como el Banco Mundial han definido —en el documento Misión común en pro de una protección social universal— como el conjunto integrado de políticas diseñadas para garantizar una seguridad del ingreso y apoyo a todas las personas a lo largo de su ciclo vital, en especial a las personas pobres y vulnerables. Toda persona que necesite protección social debería poder acceder a ella. La protección social universal incluye:
- transferencias en efectivo de un monto suficiente para toda persona que las necesite, sobre todo los niños;
- prestaciones y apoyo para las personas en edad de trabajar en caso de maternidad, discapacidad, accidentes del trabajo o para las personas sin trabajo;
- pensiones para todas las personas mayores. Esta protección se puede proporcionar a través de un seguro social, prestaciones sociales financiadas con impuestos, servicios de asistencia social, programas de obras públicas y otros programas que garanticen una seguridad básica del ingreso.
Para Cantillo, este modelo necesita, ante todo, la unión de las fuerzas políticas, empresariales y sociales, lo que se vislumbra bastante complicado. “Es un modelo que no se ha experimentado en el país, pues requiere de acuerdos políticos fuertes. ¿En qué consiste esta propuesta? Su base es ir reemplazando todo lo relacionado con costos laborales para las empresas por una base de recaudación al consumo, de tal manera que sea el Estado quien financie de forma universal todo lo que tiene que ver con seguridad social, es decir, el fondo para el retiro, prestaciones, etc. La formalidad está sujeta a la capacidad económica de la empresa, entonces, si el Estado se encarga de la seguridad social, las empresas se encargarían de contratar en la formalidad y mejorar, de manera significativa, los salarios”, afirma el también analista del diario Excélsior.
Desigualdad de género: las mujeres, las que más perdieron
Una de las tantas consecuencias que dejó la COVID-19 fue el desempleo, sobre todo en las mujeres, quienes de por sí ya tenían desventajas en el sector laboral antes de la pandemia. El IMCO, en #MujerEnLaEconomia, da un pormenorizado estudio sobre la participación de las mujeres en el ámbito laboral. Algunos de sus resultados dejan a la vista las desigualdades, sobre todo al observar que sólo el 39% de la fuerza laboral son las mujeres; es decir, 22 millones 193,997 contra 35 millones 326,881 de hombres:
Además, este mismo estudio evidencia las diferencias salariales, pues mientras un hombre gana, en promedio, $4,612.03, una mujer aspira a un salario de $3,996.35; es decir, en promedio, una mujer gana $86 por cada $100 que gana un hombre.
En su reporte en el marco del Día Internacional de la Mujer, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoce que más mujeres en América Latina y el Caribe han perdido su empleo por la dificultad de combinar su ocupación laboral con tener a los niños en casa, así como factores tan diversos como el ámbito familiar, cultural, social y educativo. Esto ha ampliado la brecha de género en torno a los puestos laborales.
“Las 13.1 millones de mujeres que han visto desaparecer sus puestos de trabajo a causa de la abrupta baja en la participación laboral y el aumento del desempleo este último año, se suman a cerca de 12 millones que ya estaban afectadas por la desocupación desde antes de la pandemia. En total, alrededor de 25 millones de mujeres están desempleadas o se encuentran fuera de la fuerza de trabajo en este momento”, asegura la OIT.
A manera de conclusión
Sin duda, el gran reto de la generación de empleo es la capacidad de los actores políticos y sociales para coincidir en proyectos prioritarios. Un ejemplo podría ser el Plan Nacional de Infraestructura, en el cual participan la IP y el gobierno, al cual en conjunto le inyectarán 228 mil millones de pesos; esto detonaría, al menos, 400 mil empleos con 68 obras de diversos sectores, como energía, comunicaciones y transportes, turismo, entre otros.
Además, es fundamental recomponer la pirámide laboral, donde las mujeres siguen siendo las más perjudicadas y quienes más han perdido en el periodo de confinamiento, pues como lo detalla el INEGI en su reporte sobre la economía al primer trimestre de 2021, 7 de cada 10 empleos perdidos entre el primer trimestre de 2020 y el mismo periodo de 2021 pertenecían a mujeres.
Asimismo, puede decirse que la piedra angular de la economía y, por ende, de mejores suelos, va de la mano de la formalidad laboral. Como detalla Paulo Cantillo: “Es importante recordar que los informales, aunque pagan impuestos de forma indirecta, no pagan los impuestos directos; por ejemplo, contribuciones a la seguridad social, ISR por trabajo. Si se formalizara la economía, se tendría una base de recaudación más amplia, y obviamente se verían beneficiados los ingresos públicos. Es cierto que tenemos una estructura laboral con costos laborales muy altos, por eso se incentiva la informalidad: quien puede contratar por honorarios, lo hace; quien se ahorra las prestaciones, también. Es un círculo vicioso”.