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Smart Cities: qué tanto es tantito

José Miguel González Salazar y Santiago Echarri Cotler

Smart Cities: qué tanto es tantito

¿Gestionaremos las ciudades con tecnología? Un poco ya lo hacemos, pero está bueno repensarlo.

¿Construimos todos estos edificios porque tenemos la tecnología para hacerlo, o construimos estos edificios para tener un lugar donde meter toda esa tecnología?

Julio Chamba, La ciudad automática

Ciudades inteligentes es una traducción del concepto anglosajón Smart Cities, que hace alusión a las nuevas ciudades construidas o a aquellas en donde se han introducido sistemas de tecnologías de la información y comunicación (TIC), incorporando diversos métodos electrónicos de recolección de datos para alimentar sistemas algorítmicos que ofrecen respuestas específicas a través de dispositivos, servicios e información.

Estos sistemas han hecho presencia en las grandes ciudades con las últimas innovaciones en inteligencia artificial, tecnología 5G, big data y comunicación M2M, con el objetivo —por lo menos argumentalmente— de mejorar la calidad de vida en las ciudades y su eficiencia energética, de disminuir su huella de carbono y mejorar la seguridad de sus habitantes, pero también de permitir la presentación de respuestas específicas e inmediatas a los problemas de la ciudad, así como de apoyar la transparencia y la participación en la gestión urbana.

Muchos de estos principios ya se han comenzado a incorporar en varias ciudades, aunque donde se han manifestado con mayor contundencia es en los proyectos y las ideas de ciudades nuevas para el futuro, fondeadas por los grandes corporativos tecnológicos que han sido los principales encargados de definir el concepto de Smart City. La oficina internacional de arquitectura BIG, dirigida por el danés Bjarke Ingels, es un gran ejemplo de esto, pues ha realizado proyectos para nuevas ciudades en Malasia, Japón e incluso en Marte, que incorporan complejos sistemas para la medición, la producción y el análisis de datos, recursos y servicios.

Otro ejemplo de concepción inteligente de una ciudad lo propuso el despacho Foster & Partners con Masdar City en Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos. Un desarrollo de 63,000 m2 que pretendió ser la punta de lanza del urbanismo contemporáneo y hoy es muy criticado, conocido como “La ciudad que nadie visita”. En este proceso de urbanización la idea fue generar una ciudad a partir de la creación de un instituto de investigación de energías renovables y sostenibilidad, inaugurado en 2010, pero sin la potencia suficiente para generar por sí mismo una ciudad en toda la extensión de la palabra, en opinión de sus críticos.

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La cuestión de las tecnologías actuales y su relación con las ciudades no se ubica en la tecnología misma y su naturaleza, sino en el hecho de que, como nunca antes, la tecnología avanza a tal velocidad que en sólo cuestión de meses es sustituida por nuevos desarrollos. Esta idea es ilustrada fácilmente por Julio Chamba, periodista español, cuando se preguntaba qué sería más anacrónico: ¿un hombre en caballo o un hombre en triciclo? Basta imaginar una vieja ilustración de un hombre andando en esas antiguas bicicletas, con una enorme llanta delantera y una diminuta trasera, para darnos cuenta de que a pesar de ser tecnológicamente más reciente, es parte de la naturaleza misma de la tecnología perder su sentido apenas otra la supera.

Puede ser deseable vivir en una ciudad donde una misma tarjeta nos sirva para todos los sistemas de transporte público, o donde exista un sistema de reconocimiento facial que permita la plena identificación de delincuentes y agresores. Sin embargo, habrá que poner en duda los proyectos que han pensado o implementado el uso de tecnologías contemporáneas de forma integrada al manejo de la ciudad, pues el equilibrio que se balancea entre las posibilidades de tener una gestión más práctica y transparente, con mayor certeza jurídica y mejor uso de los recursos y servicios, se cuestiona con el riesgo de formar espacios para el control y el manejo unidireccional de la información.

Si bien la tecnología es inherente a la ciudad, ¿cuáles son las posibilidades que las tecnologías digitales plantean? Estas posibilidades oscilan entre dos extremos. Por un lado, estas tecnologías tienen el potencial de ofrecer soluciones a los grandes problemas que enfrentan las ciudades, como el calentamiento global, el crecimiento demográfico, la gestión de los recursos y la seguridad, ya que estos sistemas tienen la capacidad de medir y rastrear variables en tiempo real y ofrecer soluciones específicas de forma inmediata. Tal es el caso del monitoreo de la calidad del aire y la regulación del tránsito de forma coordinada e inmediata, mediante una respuesta asociada a la oferta y velocidad del transporte público; o el rastreo de la movilidad urbana e interurbana para localizar puntos nodales de necesidad de servicios, equipamientos y diversos requerimientos espaciales.

Lo que hoy vemos como ruinas

Como contrapeso en la balanza, encontramos críticas a los contextos donde ya se han implementado sistemas que podríamos relacionar fácilmente con futuros distópicos, como los que se narran en la serie de Netflix Black Mirror de 2011. El caso paradigmático de esta realidad es China y su sistema de crédito social, donde a través de la vigilancia permanente por medio de tecnologías de reconocimiento facial, body tracking, geolocalización y comportamiento en internet, el Estado califica a sus ciudadanos con un sistema de créditos que pierden cuando realizan actividades ilegales o no recomendadas y ganan cuando se comportan como es esperado. A a partir de esos créditos es que los ciudadanos pueden acceder a algunos servicios; alguien con un nivel de créditos menor al necesario pierde el derecho a hipotecar, comprar boletos de tren o avión, o incluso de poder estudiar en ciertas universidades o vivir en ciertos barrios. Los reportajes China’s "Social Credit System" Has Caused More Than Just Public Shaming y Exposing China's Digital Dystopian Dictatorship nos dan una muestra de este caso. Un urbanismo panóptico que al propio Foucault le hubiera costado imaginar.

Estos dos contrapesos sobre las posibilidades de la tecnología digital para transformar las ciudades en Smart Cities es una breve muestra de la complejidad del tema. Sin embargo, la solución para hacer nuestras ciudades más inteligentes y resilientes no se encuentra únicamente en la tecnología de última generación. La idea de las ciudades como sistemas incompletos tiene su génesis en la propuesta de Jane Jacobs de la ciudad abierta, que propone pensar la urbe como una serie de espacios densos y diversos. En contraposición a la ciudad moderna y tecnológica, propuesta por Le Corbusier en la primera mitad del siglo XX; en opinión de Richard Sennet, un modelo sobredeterminado de ciudad que no permite la experimentación y se subordina al orden y al control. Las ciudades como sistemas incompletos, como lo ha propuesto Saskia Sassen y explica en una conferencia impartida para TEDx en Nantes, tienen la posibilidad de evolucionar y mejorar justamente gracias a su incompletud; las máquinas son sistemas terminados. Mientras las ciudades mutan y se transforman, la tecnología caduca y se intercambia; una ciudad completamente planeada, cuya gestión se confía plenamente a la tecnología, pronto tendrá que actualizarse, mientras que la ciudad incompleta y siempre en mutación, es la más apta para lograr una mejor adaptación y transformación ante sus retos.

Estas tecnologías tienen el potencial

Las ciudades que cada año tienen una mayor proyección de crecimiento, siempre en cambio, requieren de sistemas abiertos que les permitan adaptarse al futuro. En ese sentido la tecnología, más que determinar a la ciudad, podría integrarse como una rama más de una construcción integral de organismos de gestión urbana, a mediano y largo plazos. La integración de colectivos de la sociedad civil, de proyectos autogestivos y de iniciativas privadas, coordinados por mecanismos de gobernanza y políticas públicas, deben ser la prioridad y el sustento de la tecnología para construir modelos de gobernanza que trasciendan los plazos políticos y las fronteras estatales, para dirigir las grandes ciudades desde visiones interdisciplinarias que escuchen a todas sus comunidades, intereses y necesidades.

Mientras las ciudades mutan

José Miguel González Salazar

José Miguel González Salazar es arquitecto por la UNAM y profesor en la Facultad de Arquitectura. Ha colaborado con el gobierno federal en las áreas de planeación, diseño y construcción. Participó en la edición de los libros Arquitectura parlamentaria en México: dos siglos de recintos legislativos y Arquitectura escolar: SEP 90 años.

Santiago Echarri Cotler

Santiago Echarri Cotler es estudiante de Arquitectura en la UNAM y realiza un trabajo de investigación sobre el concepto de espacio público. Ha realizado una estancia académica en Euskal Herriko Unibertsitatea en el País Vasco y ha colaborado en distintos despachos de arquitectura y medios editoriales.

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