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Un tren llamado urbanización

Jaime Sobrino

Un tren llamado urbanización

México es un país metropolitano: más de la mitad de su población vive en ciudades. Esto no es bueno ni malo, pero sí es muuuuy complejo.

La urbanización es el proceso por el cual la población tiende a concentrarse en áreas urbanas. Las Naciones Unidas en su revisión 2018 del World urbanization prospects señala que durante ese año 55% de la población mundial habitaba en ciudades y que ese porcentaje se elevará a 68% para 2050. América del Norte es la superficie más urbanizada del mundo, con 82% de su población viviendo en ciudades, mientras que América Latina y el Caribe es la segunda con 81%. En términos de volumen, entre 2020 y 2050 la población urbana del mundo se incrementará en 2,500 millones de personas y 90% de este crecimiento estará en Asia y África.

Las Naciones Unidas estimaron para México un grado de urbanización de 68% en 1980 y una proyección de 84% para 2020. Este grado de urbanización compara a la población residente en localidades de 2,500 y más habitantes con respecto a la población total. Por su parte, una estimación oficial que define a la población urbana como aquella que vive en localidades de 15,000 y más habitantes estimó un grado de urbanización de 55% en 1980 y de 72% para 2010 (Sedesol y Conapo, 2012: 21). Si se toman como base los datos de las Naciones Unidas, entonces la población urbana de México habrá aumentado de 46 a 108 millones de personas entre 1980 y 2020.

El propósito de este artículo consiste en hacer una breve discusión sobre el volumen de la urbanización en México entre 1980 y 2020, así como destacar sus cinco principales características. Para alcanzar estos propósitos se utiliza información de las Naciones Unidas sobre la población total, la población urbana y la población de las aglomeraciones urbanas con 300 mil y más habitantes del país, complementada con datos de los censos de población y vivienda, así como de la encuesta intercensal 2015.

El volumen de la urbanización

Los años de 1980 marcaron un parteaguas en la evolución de México. Desde el punto de vista demográfico, el país inició la última fase del modelo de transición demográfica, caracterizada por el descenso en las tasas de fecundidad, producto de la mayor inserción de las mujeres en el mercado de trabajo, así como de los resultados de los programas de planificación familiar instaurados a mediados de la década de 1970 (Téllez y Muradás, 2018). Entre 1980 y 2000, la tasa de crecimiento promedio anual de la población total fue de 1.9%, cuando dicho valor alcanzó 3% en el lapso 1960-1980.

La transición demográfica se consolidó en el periodo 2000-2020, años en los que la tasa de crecimiento anual promedio fue de 1.3%. En lo económico, se escenificó el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones y una profunda crisis económica por el desbalance de variables macroeconómicas y el endeudamiento externo (Romero, 2014). Ante este escenario, el país se insertó de manera acelerada en la etapa de la globalización. En la movilidad de la población se acelera el flujo migratorio hacia Estados Unidos y disminuye la intensidad de la migración interna.

En el cuadro 1 se ofrece información sobre el volumen de la urbanización en México en el periodo 1980-2020. Durante esos años, la población urbana aumentó en 62 millones de personas, mientras que la población rural disminuyó en un millón de personas. El menor número de habitantes en las comunidades rurales se explica por el cambio en el estatus de las localidades de rurales a urbanas cuando éstas alcanzan los 2,500 habitantes, por los movimientos migratorios desde el campo a la ciudad y por la migración hacia otros países, principalmente Estados Unidos. Del aumento total en la población urbana, aproximadamente cuatro millones fueron producto de las localidades que rebasaron el umbral de 2,500 habitantes; siete millones por la migración rural-urbana y los 51 millones restantes por el crecimiento natural, es decir, los nacimientos menos las defunciones. El crecimiento natural se ha convertido en el motor del crecimiento urbano.

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México: población total y urbana por tamaño de ciudad, 1920-2020

Características de la urbanización

El aumento en el volumen de la población urbana en México y su ritmo de crecimiento poblacional ocurrieron de manera paralela con algunas características que no se habían presenciado previamente, por lo que otorgan una connotación especial a la urbanización del país durante la etapa de la globalización. A continuación, se resumen las cinco principales:

Megaproyectos con asociación pública-privada

Un megaproyecto urbano es una gran obra de infraestructura o inmobiliaria gestionada de manera coordinada entre el sector público —ya sea el gobierno central o el local— y el privado —ya sea de capital nacional o transnacional—, su propósito consiste en posicionar a la ciudad en el contexto global, ofrecer infraestructura con mayor desarrollo tecnológico y mejorar su competitividad (Díaz, 2015; Latham et al., 2009: 70-78). Ejemplos de estos megaproyectos urbanos son el corredor que incluye a la Macroplaza, el Paseo Santa Lucía y el Parque Fundidora (1985) en Monterrey (Leal y Fitch, 2013); Santa Fe (1989) en la Ciudad de México (Sobrino, 2015); Angelópolis (1998) en Puebla; el Gran Proyecto Urbano (2003) en San Luis Potosí (López, 2017) o la Ciudad Administrativa (2012) en Zacatecas.

Estos megaproyectos han tenido una localización dispersa dentro de la trama urbana. En Monterrey se desarrollaron en la ciudad central, mientras que en la Ciudad de México, Puebla y San Luis Potosí se ubicaron en la periferia interior, y en Zacatecas en la periferia exterior. Uno de sus propósitos fue generar nodos concentradores de empleo a través de centros comerciales, servicios al consumidor y oficinas para la ubicación de servicios financieros, gubernamentales, al productor y corporativos. En el caso de Santa Fe, los datos del censo económico muestran que la demanda ocupacional tan sólo en el sector de corporativos fue de casi 15 mil empleos en 2018. Otros proyectos, en cambio, no han logrado generar ese nodo concentrador de empleos, como en Zacatecas. En algunos casos estos megaproyectos han sido complementados con producción de vivienda para estratos socioeconómicos medios y medios altos, situación que ha fomentado la segregación de las estructuras urbanas.

Producción de vivienda en la periferia urbana

La política habitacional del Estado mexicano cambió drásticamente con el advenimiento de la globalización: de promover la construcción de grandes conjuntos habitacionales de vivienda vertical, hacia fomentar el consumo a través del otorgamiento de créditos para la adquisición de vivienda en conjuntos horizontales. La vivienda social dejó de ser producida por el Estado y su lugar lo tomó la iniciativa privada. Los nombres de las empresas “vivienderas” —como fueron bautizadas en la prensa escrita— pronto fueron del conocimiento público: Ara, Geo, Homex, Sare, Urbi. Su gran boom ocurrió en los primeros años del siglo XXI, hasta que sufrieron un primer revés con la crisis financiera global de finales de 2008, crisis que, por cierto, tuvo su origen en las acciones de fomento al consumo de vivienda en Estados Unidos y que muy rápido se convirtió en una crisis global (Parnreiter, 2018: 439-506). No bien iniciaba su recuperación el negocio de las vivienderas cuando, en 2012, el gobierno federal introdujo cambios en la política urbana y de vivienda: uno de ellos fue la creación de la Secretaría de Desarrollo Urbano, Territorial y Urbano (Sedatu), con el propósito de recuperar la gestión del suelo urbano. Además, el gobierno de México instauró en 2018 un intento por promover el esquema de producción social de vivienda. Todo esto ha obligado a las vivienderas a reducir sus operaciones para mantenerse como negocios en marcha.

Estos megaproyectos

El modelo de construcción básico de vivienda horizontal en serie para sectores medios de población, consistía en conjuntos que podían ir desde cientos hasta varios miles de viviendas. Si bien los más grandes se construyeron en la Ciudad de México, esto no impidió su propagación a otras grandes y medianas ciudades del país. Estos conjuntos se ubicaban preferentemente en la periferia exterior, en muchos casos sin accesibilidad suficiente y eficiente con el resto del área urbana, lo que propagó la segregación pero también su no ocupación. Según datos del Censo de Población y Vivienda 2010 (INEGI, 2010), 14% de las viviendas del país estaban deshabitadas; pero en los municipios periféricos de Huehuetoca, Tizayuca y Zumpango en la Ciudad de México, Ixtlahuacán y Tlajomulco en Guadalajara, y Ciénega de Flores y García en Monterrey, ese porcentaje era mayor a 30%.

Consolidación metropolitana

México es un país predominantemente metropolitano, porque más de la mitad de su población vive en este tipo de concentración demográfica. Una zona metropolitana es la unión de dos o más unidades político-administrativas contiguas que comparten el área construida de una ciudad. También son aquellas unidades político-administrativas contiguas, cada una con una ciudad, entre las cuales se llevan a cabo importantes relaciones funcionales. El proceso de metropolización inició en México en la década de 1940 y para 1980 se reconocía la existencia de 26 zonas metropolitanas (Negrete y Salazar, 1986). Un grupo interinstitucional se ha encargado de definir las zonas metropolitanas del país durante el presente siglo y en 2010 las delimitó a 59 (Sedesol, Conapo, INEGI, 2012). Este grupo consolidó una definición para 2015, sin embargo, modificó criterios anteriores y añadió otros muy discutibles, por ejemplo, el carácter “prioritario” de una zona metropolitana (Sedatu, Conapo, INEGI, 2018). Es aconsejable no tomar en cuenta esa fallida delimitación.

La vivienda social

Todas las zonas metropolitanas delimitadas en 2010 tenían al menos 100 mil habitantes y su conformación iba desde un municipio fronterizo conurbado con condados de Estados Unidos, hasta la Ciudad de México, con un total de 76 unidades político-administrativas. Las zonas metropolitanas concentran a la mayoría de la población y generan la mayor parte de la riqueza nacional. Son también espacios con grandes retos para la prestación de servicios públicos, así como para su gobierno y administración. La Ley General de Asentamientos Humanos, Ordenación Territorial y Desarrollo Urbano, aprobada en 2016, señala los asuntos que son de interés metropolitano, además de establecer la coordinación entre gobiernos locales como el mecanismo para la gobernanza metropolitana. La experiencia ha demostrado que la coordinación entre gobiernos locales no siempre se logra, por lo que uno de los principales retos del presente y del futuro inmediato consiste en crear y consolidar mecanismos para la organización, el crecimiento y la gobernabilidad de estas aglomeraciones.

Conformación de regiones urbanas

Las ciudades no son autosuficientes, por lo que requieren de nexos funcionales e interdependencia con otras localidades. Las interrelaciones económicas entre ciudades son más intensas en la etapa capitalista de la globalización, analizada bajo el concepto de red mundial de metrópolis (Sassen, 2019). Las interdependencias son producto de la nueva división internacional del trabajo, del desarrollo tecnológico, de la era de la informática y las emergentes formas de movilidad cotidiana de la población, de los objetos y de las ideas. En el territorio, estas manifestaciones han dado lugar a la conformación de regiones urbanas o metropolitanas, definidas como espacios con alta concentración de población, actividades y flujos cotidianos. Algunas de estas regiones urbanas o metropolitanas han llegado a albergar a 50 o más millones de personas, como el delta del río de la Perla, en el sur de China (UN-Habitat, 2008).

En México, se han conformado distintas regiones metropolitanas, las más representativas en la región centro y en El Bajío. La primera es comandada por la Ciudad de México y en ella se desenvuelven movimientos migratorios y flujos de movilidad cotidiana entre esta megaurbe y su corona regional de metrópolis. Una segunda región con importantes vínculos entre sus áreas urbanas es El Bajío, cuya delimitación incluye desde Guadalajara hasta Querétaro. La movilidad cotidiana que se lleva a cabo en las regiones metropolitanas obedece principalmente a motivos laborales; mientras que, a diferencia de la migración interna, la migración hacia el interior de éstas se explica fundamentalmente por la selección de la localidad y las características de la vivienda.

Las zonas metropolitanas

Migración urbana-urbana

La migración es el cambio del lugar de residencia habitual, cuando dicho cambio implica el cruce de algún límite político-administrativo (Leridon y Toulemon, 2014: 187-189). Si el cambio se da dentro de un mismo país, entonces se denomina migración interna. La migración campo-ciudad se ha visto como el motor de la urbanización, durante las primeras etapas de la expansión del desarrollo urbano. Posteriormente, el crecimiento natural —nacimientos menos defunciones— se convirtió en el principal elemento que explica el aumento de la población urbana (Keyfitz, 1980). En México, la migración interna del campo a la ciudad desempeñó un papel relevante en la urbanización del país hasta los años de 1980. A partir de ese momento disminuyó la intensidad de la migración interna, además de que los flujos de migración urbana-urbana habían superado al volumen de la migración con origen en el campo y destino en una ciudad (Sobrino, 2018).

En este escenario, la Ciudad de México se transformó de la ciudad con mayor atracción neta de población a la de mayor expulsión neta, mientras que otras ciudades manifestaron un importante dinamismo demográfico gracias a la atracción de población migrante, originaria en su mayoría de otra ciudad. Aglomeraciones urbanas con importante atracción de población fueron aquellas que forman parte de la nueva ola de la industria automotriz, tales como Celaya, León, Querétaro, Saltillo o San Luis Potosí, como también —y de manera muy relevante— los iconos emergentes de la actividad turística: Cancún, Puerto Vallarta, Los Cabos y Playa del Carmen.

Notas final

A partir de los años de 1980 México ha experimentado importantes transformaciones en su evolución demográfica, económica, social y política, que se han expresado territorialmente. La Ciudad de México aún es la principal urbe del país, pero su dinamismo demográfico y económico ha estado por debajo de lo ocurrido en el contexto nacional. La urbanización ha emergido y se ha consolidado en otras superficies del territorio. Un asunto pendiente en la política pública ha sido el avanzar en mecanismos para disminuir las desigualdades sociales y territoriales. La pandemia provocada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 indudablemente está agudizando estas desigualdades. Hay que estar alertas para contribuir a buscar un futuro mejor.

Bibliografía

Díaz, Fernando (2015), “Megaproyectos urbanos y modelo de ciudad. El ejemplo de Madrid Río”, Cuaderno Urbano, vol. 19, núm. 19, pp. 179-200.

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2010), Censo de Población y Vivienda 2010, Ciudad de México.

Keyfitz, Nathan (1980), “Do cities grow by natural increase or by migration?”, Geographical Analysis, vol. 12, núm. 2, pp. 142-156.

Latham, Alan, Derek McCormack, Kim McNamara y Donald McNeill (2009), Key Concepts in Urban Geography, Los Angeles, Sage.

Leal, Carlos y Jesús Fitch (2013), “Políticas urbanas. Tendencia de transformación en el área de influencia de grandes proyectos”, Contexto, núm. 6, pp. 51-67.

Leridon, Henri y Laurent Toulemon (2014), Demografía, Ciudad de México, El Colegio de México.

López, Jorge (2017), El modo de gobernanza y la estrategia del gran proyecto urbano en la ciudad de San Luis Potosí, Ciudad de México, El Colegio de México, tesis para optar por el grado de doctor en Estudios Urbanos y Ambientales.

Negrete, María Eugenia y Héctor Salazar (1986), “Zonas metropolitanas en México, 1980”, Estudios Demográficos y Urbanos, vol. 1, núm. 1, pp. 97-125.

Parnreiter, Christof (2018), Geografía económica: una introducción contemporánea, Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México.

Romero, José (2014), Los límites al crecimiento económico de México, Ciudad de México, El Colegio de México/Universidad Nacional Autónoma de México.

Sassen, Saskia (2019), Cities in a World Economy, Los Angeles, Sage.

Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Consejo Nacional de Población e Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2018), Delimitación de las zonas metropolitanas de México 2015, Ciudad de México.

Secretaría de Desarrollo Social, Consejo Nacional de Población e Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2012), Delimitación de las zonas metropolitanas de México 2010, Ciudad de México.

Secretaría de Desarrollo Social y Consejo Nacional de Población (2012), Catálogo Sistema Urbano Nacional 2012, Ciudad de México.

Sobrino, Jaime (2018), “Conociendo (un poco más) la migración interna en México”, Otros Diálogos, núm. 4.

Sobrino, Jaime (2015), “From trash disposal to business district: public-private partnerships behind Santa Fe, Mexico City”, en Peter Kresl (ed.), Cities and Partnerships for Sustainable Urban Development, Cheltenham, Edward Elgar, pp. 230-246.

Téllez, Yolanda y María de la Cruz Muradás (2018), “La dinámica demográfica de México, 1950-2015”, en Consejo Nacional de Población, La situación demográfica de México 2017, Ciudad de México, pp. 17-38.

UN-Habitat (2008), State of the World´s Cities 2010/2011, Nairobi.

En México la migración

Jaime Sobrino

Jaime Sobrino es profesor-investigador del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México.

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