Por STAFF ENTORNO Y FUTURO | 1/9/2022
Entender qué nos ha llevado a una sequía como la que actualmente enfrenta Monterrey, es fundamental para darle solución. En ese sentido, la gestión del agua y una sólida cultura alrededor de ésta son temas que las ciudades deben atender para asegurar un mejor futuro, de acuerdo con los expertos.
Para Tereza Cavazos, coordinadora del programa de posgrado de Oceanografía Física del CICESE en Ensenada, lo primero es dimensionar la importancia de los fenómenos hidroclimáticos. Conocerlos, monitorearlos y predecirlos es necesario para poder anticipar sus posibles impactos.
César Rafael Chávez, director general del Fondo Ambiental Metropolitano de Monterrey, se refiere a la cuestión hídrica como un tema crucial, independientemente de la situación crítica que se vive en regiones de México y el mundo.
Por otro lado, Jorge López De Obeso, presidente del consejo de Eosis, ve en el agua una oportunidad para hacer de la edificación sustentable un instrumento de equidad social.
En México, el mayor peligro natural está en los fenómenos hidroclimáticos
De acuerdo con Tereza Cavazos, en México 83% de los peligros naturales están asociados a fenómenos hidrometeorológicos. Eventos que generan grandes daños económicos y pérdidas humanas.
“Con esta evidencia ya deberíamos tener acciones estratégicas de largo plazo para prevenir los desastres. No se trata de llegar a medidas correctivas de último momento, que no solucionan los problemas a fondo”, señala.
Cuando ciclones tropicales, tormentas, nortes o el monzón son más intensos de lo normal, generan inundaciones y deslaves. Por el contrario, si hay menos lluvia de lo habitual llegan las sequías.
“En 2011-2012 hubo una sequía sumamente intensa en el país, con incendios e impactos socioeconómicos. La que estamos viviendo ahorita es mucho menos intensa desde el punto de vista hidrológico”, asegura esta doctora en Geografía por la Universidad de Pensilvania.
“Pero hay otros factores que agravan una sequía, como la temperatura. En Nuevo León, ésta ha incrementado .2 grados por década; multiplicados por 40 años nos da .8 grados. Parece poquito, pero esto se traduce en extremos más intensos”, aclara.
Por ello, lo alarmante de que a escala global tengamos un aumento de 1.1 grados en la temperatura es que se incrementa la posibilidad de enfrentar desastres. De ahí la urgencia de reducir los gases de efecto invernadero y tomar medidas de mitigación y adaptación.
“Analizando las tendencias vemos que si no hacemos nada, en México habrá 35 meses más de sequía por década de lo que hay ahorita”, anticipa Cavazos.
De esta forma, recomienda monitorear continuamente los riesgos naturales, analizando quiénes están expuestos y su nivel de vulnerabilidad.
“Un desastre como el de Monterrey es muy complejo. Tienes factores físicos, sociales, económicos, estructurales. Entonces, se necesita un mejor manejo de las cuencas hidrológicas, mejorar las redes de distribución, un desarrollo urbano sostenible y otras medidas de mitigación”, refiere.
La gestión del agua exige decisiones rápidas e impostergables
Para César Rafael Chávez, la gestión del agua es cada vez más preocupante. Un reto que nos obliga a replantear lo que hemos hecho a lo largo del tiempo. Hoy es evidente algo que muchos se negaban a reconocer: el cambio climático y sus implicaciones en la vida humana.
“El caso de Monterrey ha despertado el interés de expertos, académicos, funcionarios, empresarios y público en general por dar mejores respuestas a los retos que nos plantea el momento que estamos viviendo”, sostiene.
TE PUEDE INTERESAR: Captación de agua de lluvia, una solución que nos cae del cielo
Este especialista subraya que históricamente nos hemos concentrado en atender la demanda de agua, que va creciendo conforme crecen las ciudades. De hecho, en el pasado las ciudades se fundaban junto a cuerpos de agua para asegurar su disponibilidad para el consumo humano y las actividades económicas.
En centros urbanos el agua también ha sido un espacio para la recreación y sitio de vida para plantas y animales. Es un elemento, dice Chávez, que les da carácter, por lo que es imposible imaginar a Londres sin el río Támesis o París sin el Sena.
Sin embargo, en las últimas décadas palabras como sequía, ondas de calor, escasez, crisis, aparecen continuamente en los medios; son parte de conversaciones cotidianas.
“Nuestras decisiones tienen que ser rápidas, impostergables, y ayudarnos a mejorar la relación de las ciudades con el entorno. Tenemos que entender los diferentes roles que juega el agua más allá del abasto para el consumo. Por ejemplo, es básica para la conservación de la diversidad y las características hidrometeorológicas y climáticas de una urbe”, advierte el exdirector ejecutivo de la Comisión de Cooperación Ambiental para América del Norte.
“Siempre estamos explorando nuevas posibilidades y desarrollando ingeniería y tecnología para atender una creciente demanda. Pero la seguridad hídrica implica un manejo integrado de las cuencas superficiales y subterráneas para mantener los balances y no afectar su disponibilidad”, añade Chávez.
El futuro de las ciudades necesita soluciones multifactoriales
Los expertos argumentan que el futuro de las ciudades debe contar con soluciones multifactoriales. En ese sentido cobra relevancia una cultura del agua que ayude a entender que cada región es diferente y, por tanto, requiere soluciones distintas.
“Las ciudades son centros de concentración de personas, actividades económicas y problemas. Sin embargo, también son centros de oportunidades, innovación y transformación”, afirma César Rafael Chávez.
El camino entonces, desde el punto de vista de este académico, es tomar como punto de partida los ecosistemas que alojan las ciudades. Y a partir de ahí establecer estrategias de adaptación y mitigación a los retos del cambio climático.
Apoyar las soluciones basadas en la naturaleza no se contrapone con reconocer las ventajas que nos ofrece la tecnología para dotar y dar mantenimiento a las infraestructuras de servicios públicos.
“Monterrey es la ciudad que a nivel nacional tiene el más alto porcentaje de tratamiento de aguas residuales. Pero siempre hay más alternativas para el tratamiento. Si ya estamos en tratamiento secundario pasemos al terciario y en algún momento a la potabilización. Es decir, tenemos que aprovechar la tecnología para volver al ciclo”, explica Chávez, quien ha sido consultor para el Banco Mundial y colaborador en la OCDE.
Nos encontramos en un punto donde las aguas usadas no deben verterse en ningún cuerpo de agua. Tampoco podemos pensar en solucionar el problema de manera inmediata para satisfacer la demanda.
“Tenemos que hablar de planes de largo plazo, intentando leer mejor las tendencias y haciendo análisis de futuros. En el nuevo modelo de ciudad todos los ciudadanos debemos ser partícipes, cada uno con roles diferentes, apropiándonos de la visión de futuro”, opina.
Los desarrolladores pueden convertir edificios en infraestructura hídrica
Jorge López De Obeso indica que si un edificio trata el agua y la reutiliza en su interior libera ese recurso para habitantes de la ciudad que no pueden invertir en plantas de tratamiento. Una oportunidad de equidad social para que los profesionales de la industria de la construcción impacten de manera positiva.
“El agua ha sido tratada como un derecho y su acceso es sumamente barato. Esto ha provocado desperdicio y que se piense que puedes gastarla simplemente porque pagas por ella”, comenta.
“Tenemos la oportunidad de convertir los desarrollos en infraestructura para la ciudad. No solamente para tratar, limpiar y potabilizar el agua dentro de estos, sino para tomar el agua de la ciudad, tratarla, potabilizarla y después exportar agua limpia”, reconoce el también profesor de Eficiencia Energética en Edificaciones en el Tec de Monterrey campus Guadalajara.
Por otro lado, si un edificio no necesita recibir agua de muy lejos disminuye el consumo de energía. Algo relevante en un país como México, donde la enorme mayoría de la energía se produce con la quema de combustibles fósiles, altamente contaminantes.
Considerar la conexión entre pobreza y contaminación es importante para encontrar soluciones, de acuerdo con López. Quienes tienen menos recursos no pueden invertir en su entorno para mejorarlo, y una de cada ocho muertes prematuras ocurren por la mala calidad del aire, según la Organización Mundial de la Salud.
“Necesitamos incentivos diferentes y encontrar soluciones. Una de éstas son los criterios de ambiental, social y gobernanza corporativa que están siendo usados como medición extrafinancieros de la viabilidad y potencial éxito de un negocio”, declara.
“Con esto cambiamos el paradigma. Menos riesgo para los desarrolladores significa un mejor negocio. Y tener infraestructura local en edificios que sean capaces de tratar su propia agua y de exportarla es equidad social”, observa.
Desalinización, captación de agua y cambio de hábitos
La gestión del agua en México ha llevado a las ciudades a tomar distintos caminos. Tereza Cavazos cita el ejemplo de San Quintín, Baja California. En esta zona sumamente árida en el borde con el desierto vizcaíno pero pegada al mar, han optado por la desalinización.
Así, han mejorado el cultivo de vegetales pequeños que se pueden tener en invernaderos y regar por goteo. Una forma muy eficiente de usar el agua. Y las ciudades del Golfo Pérsico han mostrado que con la salmuera y los byproducts resultantes de la desalinización se pueden hacer ladrillos o controlar la erosión en zonas costeras.
“La solución tecnológica siempre va a ser posible. Puede ser caro de inicio, sí, pero los costos van bajando. Así pasó con las celdas fotovoltaicas. Sin embargo, la seguridad hídrica tiene que ver con soluciones multifactoriales y multisectores”, subraya César Chávez.
Otro ejemplo de las acciones que se pueden adoptar para superar la crisis hídrica está en Mexicali, la ciudad más caliente del país. Conscientes de que agua y energía van de la mano, ha apostado por disminuir el consumo de energía.
Su propuesta es construir casas más altas, con un aislamiento de 5 centímetros para que la temperatura disminuya 5 grados en el interior y usen menos aire acondicionado.
Por otro lado, en la Ciudad de México, donde llueve 5 meses al año, una solución apunta a la captación de agua de lluvia.
“El reto está en el espacio para su almacenaje. Pero si durante cinco meses dejas de usar agua porque te abasteces con la que vas captando, no tienes retos de almacenaje y liberas un montón de energía que se necesita para su distribución”, destaca Jorge López.
En la gestión del agua lo más importante, coinciden los expertos, es saber que todos podemos contribuir de manera positiva a la solución. El gobierno con políticas públicas e infraestructura, los académicos con estudios y análisis, los empresarios con inversiones, los ciudadanos con cambios de hábitos.
Porque aunque parezca que cambiar la regadera de una casa por una que ahorre agua sirve de poco, que todos los habitantes de una ciudad cambien su regadera hace una gran diferencia.