Por STAFF ENTORNO Y FUTURO | 1/8/2022
En un mundo que es de todos, más de 5 mil grupos indígenas distintos habitan en 90 países. De acuerdo con la ONU, se trata de cerca de 476 millones de personas que dan voz a 7 mil lenguas. Sin embargo, ese 6% de la población mundial es una de las colectividades más desfavorecidas y vulnerables.
Además de las condiciones de pobreza y desigualdad que históricamente han enfrentado, los indígenas sufren discriminación, persecución y desplazamientos forzados. En países como México, no escapan de la violencia; son criminalizados, desaparecidos y asesinados.
La organización Indigenous Peoples Rights International (IPRI) publicó en junio el informe El asedio y el desprecio. Éste documenta 16 casos de violaciones a los derechos de los pueblos originarios mexicanos ocurridos en 2021. Chihuahua, Guerrero, Chiapas, Sonora, Michoacán, Oaxaca, Yucatán y Campeche son señalados como los estados más inseguros para dicha población.
Así, los 17 millones de indígenas mexicanos de 68 pueblos enfrentan grandes desafíos. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), 69.5% de esta población vive en situación de pobreza, 43% no concluyó la educación primaria y 55% se dedica a trabajos manuales de baja calificación.
Ante este panorama, que se repite en diversas latitudes, la ONU declaró el 9 de agosto como el Día Internacional de las Poblaciones Indígenas.
La fecha hace hincapié en la urgencia de que el gobierno y la sociedad, en conjunto, encuentren soluciones a los problemas que enfrentan las comunidades indígenas. Una problemática relacionada con derechos humanos, medio ambiente, desarrollo, educación y salud.
Indígenas urbanos, una cara más de la migración a las ciudades
En América, más de 50% de los indígenas viven en ciudades, dice la ONU. Esta población ha migrado voluntaria o involuntariamente debido a la pobreza, la militarización, los desastres naturales, la falta de empleo y la pérdida de tierra, entre otras causas.
Si hablamos de México, uno de cada tres indígenas vive en una urbe. Pero por lo general habitan en viviendas de mala calidad. En la Ciudad de México, por ejemplo, más de la tercera parte de éstas constan únicamente de una habitación, señala el organismo internacional.
La migración a la capital del país por parte de grupos originarios se dio, sobre todo, a partir de la década de los 70. Mixtecos, zapotecos, triquis, ñañús, mazahuas y nahuas, encabezaron la multiculturalidad de la ciudad. En 2020, ésta contaba con más de 125 mil personas mayores de 3 años hablantes de alguna lengua indígena, de acuerdo con el Inegi.
Tuxtla Gutiérrez, por otro lado, identifica 11 mil indígenas, la mayoría tzotziles, tzeltales, zapotecos, choles, zoques, mayas, chinantecos, mixtecos, quichés y nahuas. A pesar de colindar con un gran número de comunidades indígenas, éstas representan sólo 6% de su población. Por ese motivo, la capital chiapaneca es referencia en estudios sobre discriminación y exclusión social.
Mérida es otra ciudad mexicana donde la población indígena, a pesar de ser reconocida, está lejos del bienestar.
Una investigación del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) indica que las políticas públicas de la capital yucateca realzan la lengua maya y la han incorporado a los planes educativos. Pero esa valoración no se ha extendido a sus hablantes, por lo que estos aún son rechazados.
La revalorización de la riqueza indígena gana espacio urbano
Precisamente las cosmovisiones, lenguas, sabores, música y colores por los que los indígenas son discriminados, enriquecen la cultura de las ciudades a las que llegan. Por ello, aunque no sin desafíos, sus costumbres son cada vez más valoradas.
De esta forma, la población indígena ha empezado a asumirse como tal con orgullo. Respaldada por una colectividad más incluyente, ha abierto espacio para la reconsideración de sus tradiciones.
Ejemplo de ello es la Guelaguetza. Esta fiesta oaxaqueña en la que se muestran los bailes y trajes típicos de sus ocho regiones, se celebró también en la Ciudad de México. En julio, las alcaldías Iztapalapa y Xochimilco organizaron una agenda cultural con toques zapotecos, mixtecos, chontales, mazatecos.
En reconocimiento al legado artesanal de los pueblos originarios, a lo largo de la República han surgido proyectos que buscan un mejor mercado y precios justos para su trabajo.
Uno de ellos es Someone Somewhere, que trabaja con comunidades nahuas, otomíes y mazahuas para que logren romper con el ciclo de pobreza. Mediante su reciente colaboración con Delta Airlines, artesanos de Oaxaca y Michoacán elaborarán kits para pasajeros que vuelen en Delta One.
Desde Monterrey, Folklor; desde Guadalajara, Duplo Design, trabajan con artesanos en la creación de piezas que acercan el patrimonio indígena a un consumidor dispuesto a no regatear. Y como estas marcas, cientos más.
Asimismo, las autoridades mexicanas cada día toman más acciones para proteger la propiedad intelectual de las comunidades indígenas.
Algunos de los casos más sonados son las demandas de la Secretaría de Cultura a empresas como Zara, Mango, Levi’s, Oysho, Nike, Rapsodia, Louis Vuitton, Carolina Herrera y Shein por apropiarse de diseños que son parte de la identidad y cultura indígena mexicana.
Ciudades al cuidado de múltiples identidades
De acuerdo con la ONU, las autoridades de los países deben comprender las múltiples identidades de los pueblos indígenas dentro de las ciudades y su constante relación con sus tierras tradicionales en el campo.
Se debe lograr, indica el organismo, que esta población no se sienta dividida entre el medio urbano y el medio rural. En el mundo que todos necesitamos, deben ser pueblos con derechos y una identidad cultural en proceso de adaptación a circunstancias y entornos cambiantes.
De esta forma, si bien la urbanización es un fenómeno que exige atención, los gobiernos deben tener particular cuidado en asegurar que los indígenas no sean desplazados por la fuerza de sus territorios. Y una vez que se ubiquen en zonas urbanas, la tarea es garantizar que estos no serán objeto de discriminación.
Así, resulta tan relevante como urgente la elaboración de políticas específicas en materia de salud, vivienda, educación y empleo. Asegurar que la población indígena disfrute por igual de los progresos alcanzados en dichos rubros es otro de los grandes retos para las ciudades.