La desigualdad también es tecnológica
Además de la crisis de salud, la pandemia ha dejado a su paso cifras preocupantes en términos económicos y, con ello, un estado de desigualdad que es evidente por varios aspectos. Uno es el uso de la tecnología. La conectividad permitió a gran parte de la humanidad adaptarse a las condiciones adversas causadas por el virus y continuar con las actividades sociales y económicas habituales dentro de los parámetros de la nueva normalidad. Sin embargo, existe otro gran sector de la población sin conectividad accesible, lo que representa un obstáculo importante no sólo en un mundo en pandemia, sino ante una sociedad con la capacidad de reformular su manera de funcionar a pesar de las circunstancias.
Esta diferencia entre sectores de la población con y sin acceso a conectividad, que a raíz de las condiciones actuales se ha hecho más notable, es conocida como “brecha digital”.
La brecha digital en México
En el caso de México, y según datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2019, alrededor de 20 millones de hogares cuentan con acceso a internet, aproximadamente 15 millones tienen una computadora y poco más de 33 millones tienen acceso a una línea telefónica. Esto significa que aún existe un importante sector de la población sin acceso al uso de tecnologías de la información, tomando en cuenta que fueron más de 35 millones los hogares censados por el INEGI en el año 2020.
El poder de estar conectado
La conectividad y el uso de la tecnología están íntimamente relacionados con el desarrollo de las ciudades: desde aplicaciones de uso doméstico que tienen un alto impacto en la forma en que los habitantes de una ciudad socializan, consumen o se transportan, hasta la planeación y gestión urbana mediante algoritmos predictivos que permitan un diseño de ciudad que priorice, por ejemplo, la movilidad. Por ello, la exclusión tecnológica tiene como consecuencia el rezago. A este respecto, Gabriel Contreras Saldívar, excomisionado presidente del Instituto Nacional de Telecomunicaciones, detalló en entrevista con Enrique de la Madrid para Entorno y Futuro, el significado de lo que común y actualmente se entiende por estar conectado: “hace 20 o 30 años, estar conectado era tener la posibilidad de ver, por ejemplo, televisión restringida o hacer una llamada por teléfono de larga distancia a un familiar en otro estado. Hoy, estar conectado hace la diferencia entre tener o no acceso a educación, salud, inclusión financiera o ejercer derechos democráticos”. Es decir que, bajo esta óptica, el gran sector de la población sin acceso a conectividad es, en realidad, uno sin acceso a derechos básicos.
“No existe hoy una parte de nuestras vidas que no sea tocada por las telecomunicaciones. Así que entre más grande sea la brecha digital y las diferencias entre los conectados y los no conectados, estaremos hablando en un futuro de dos o más Méxicos: uno con acceso a ejercer derechos y otro que se irá rezagando”, comentó Gabriel Contreras.
Cuando cerrar la brecha no es el único interés
Se deben considerar otros factores sociodemográficos del país que han configurado el escenario para que la brecha persista; las zonas con alta densidad poblacional o regiones con mayor poder adquisitivo son más rentables para los proveedores de servicios de telecomunicaciones, por lo que son más accesibles que en zonas con baja densidad poblacional, como las áreas rurales, zonas aisladas o regiones con menor poder adquisitivo per cápita. Por otro lado, es necesario contemplar que, en México, regularmente la conectividad está en el último lugar de una larga lista de necesidades básicas a cubrir, como agua potable, energía eléctrica, salud o alimentación.
“Son estos dos factores, que además se complementan, los que permiten que la brecha digital se ensanche: por el lado de la oferta claramente no hay un retorno de inversión que justifique el costo de llegar a zonas excluidas; mientras que por el lado de la demanda no existe un incentivo para exigir estos servicios cuando existen necesidades más básicas que resolver primero”, finalizó Contreras Saldívar.
En conclusión, ante un escenario donde la oferta de servicios de un mercado que busca rentabilidad no es suficiente para mantener comunicada a toda la población, el Estado debe intervenir a través de programas, subsidios y alianzas, para llevar conectividad a cada región del país.
El siguiente paso
Para Mario Valle Reyes, fundador de Altered Ventures —una iniciativa de inversión en startups de videojuegos, e-sports, arte digital y tecnología—, el simple acceso a la conectividad no basta para acortar la brecha digital y profundizó sobre ello en entrevista para Entorno y Futuro: “Es absolutamente vital que todo este sector excluido no sólo tenga acceso, sino el entendimiento de qué hacer con ese acceso. Si como sociedad, como emprendedores, como inversionistas, como iniciativa privada, como gobierno, no brindamos herramientas, no compartimos conocimiento, no ayudamos, la brecha no sólo será digital, sino educativa, de desarrollo y de sociedad en general, porque la disrupción tecnológica sólo va a continuar”.
Estamos atravesando por un contexto en que la tecnología se desarrolla más rápido de lo que la brecha digital se cierra, según Mario Valle, nunca antes se habían otorgado tantos recursos a startups en México y Latinoamérica como ahora: “Hay actualmente en América Latina un montón de compañías tecnológicas que están, cada una desde su trinchera, tratando de mejorar las distintas células de funcionamiento social, funcionamiento de ciudad o funcionamiento de entorno; ya sea para que lleven comida a tu casa, para rentar un auto o hasta para formarte académicamente”, agregó. La oferta de servicios en plataformas digitales también implica otra serie de condiciones para acceder a ellos, comenzando no sólo por estar bancarizado, sino por tener acceso a servicios de banca digital. Las dinámicas sociales entre los sectores digitalizados incluyen también dinámicas de consumo; al contemplar que en 2018 se contaron dos millones de mexicanos con una cuenta de PayPal, es posible intuir que incluso entre personas con acceso al uso de tecnologías de la información existe cierta reticencia ante un proceso total de digitalización.
Esto puede significar un choque en un escenario a futuro en lo que hoy se ha denominado como metaversos, la última tendencia en interacción digital y cuya existencia puede considerarse como una prueba piloto de las estructuras sociales y los entornos de interacción del futuro: “Son la convergencia entre mundos virtuales, que vienen de los videojuegos, con tecnología como blockchain —la plataforma desde la que operan las criptomonedas—, que lejos de la especulación del bitcoin, permite que los entornos VR o “mundos virtuales” sean más seguros, más confiables y menos para jugar y más para interactuar socialmente, intercambiar servicios, consumir y hasta producir, desde otro plano de la realidad”, concluyó Valle Reyes.
Con una proyección a futuro que traza sociedades enteramente digitalizadas, las consecuencias de la exclusión digital podrían ser devastadoras para los que están del otro lado de la brecha. Esto sólo puede indicar que cerrarla será un reto cada vez mayor, por lo que es verdaderamente urgente que todos los actores involucrados tanto a nivel infraestructura y prestación de servicios como a nivel estatal, tomen las decisiones necesarias para que la inclusión digital sea una realidad accesible para cada vez más mexicanos.